En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: “¿Es lícito a uno repudiar a su mujer por cualquier motivo?”. Él les respondió: “¿No han leído que el Creador, en el principio, los creó hombre y mujer, y dijo: Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne? De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”. Ellos insistieron: “¿Y por qué prescribió Moisés dar acta de divorcio y repudiarla?”.
Él les contestó: “Por la dureza de su corazón les permitió Moisés divorciarse de sus mujeres; pero al principio, no era así. Ahora les digo yo que, quien repudie a su mujer –salvo el caso de fornicación– y se case con otra, comete adulterio”. Los discípulos le replicaron: “Si esa es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse”. Pero Él les dijo: “No todos entienden este lenguaje, solo los que han recibido ese don. Hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos por el Reino de los Cielos. El que pueda entender, que entienda”.
Palabra del Señor.

